Vuelta a casa

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Hice la travesía del mar en el barco «Espagne«, de mucho lujo, en Primera Clase: siempre casi con fiebre. Llegamos a La Coruña el día 23 de agosto de 1930. Recuerdo que compré unas uvas blancas a los que se arrimaban al barco para venderlas. Ya en el muelle, un galleguito se ofreció a llevarme la maleta hasta la posada en la Plaza de María Pita y al pagarle le dí una moneda de cincuenta centavos americana y entonces me dijo: -esta monediña e mu pouco- y seguramente le daría algo más.

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El vapor Espagne

Como seguía con la fiebre, comí dos sardinas y me acosté. Al día siguiente tomé el tren y llegué a Zamora ya de noche. Me hospedé en la Posada Los Momos, hoy Palacio de Justicia. Llegué a Alcañices y dormí en casa de mi tía Cesárea, hermana de mi madre. Al día siguiente cogí el camino para Vega; muy mal me fue: primero porque caminaba con dificultad y luego el calor de agosto, pues tenía a cada poco que pararme a la sombra de cualquier jara hasta que me alcanzó la tí Andrea que venía de Alcañices y al decirle quién era monté en su burrica y me trajo hasta el Poyo. Seguí caminando hasta el prado de ?erín, donde tantas veces había yo ido con las vacas y allí, a la sombra de unos fresnos, estuve hasta la caída del sol, pues mi madre no me esperaba y vaya susto que le di. Y me fijé que Lucía tendría unos tres o cuatro años.

A lo largo de este medio tiempo, Dionisio ya había ido a casa antes de casarse y había acabado de pagar la deuda que había y les compró algunas sacas de harina. Después ya todo sobraba, como también habían muerto nuestra hermana Jorja y nuestro padre. A los pocos días de mi llegada dijimos a nuestro vecino, el tí Marcos, que era herrero y algo curandero, lo de mi enfermedad. Encima de una manta me tendí en el suelo sin camisa, y al verme enseguida me puso la mano en la columna y dijo: -aquí está el mal-. Lo que tantos y tantos médicos como me vieron no pudieron averiguar. El tí Marcos me dio unos tirones de piel y me puso unas ventosas y también me puso una bilma de pez y a los 10 días otra bilma y gracias a él cuento el cuento, pues era una simple cosa: un tendón montado encima de otro que con los tirones de piel que me hizo volvió a su sitio.

En Vega estuve tres años sin saber qué hacer de mi vida y mi intención era casarme, pero en el pueblo no había cosas como yo las quería para llevar para Cuba y por otra parte, según me decía José, aquel país se puso muy malo, que hasta la gente se moría de hambre. Martín, el que fue mi fiel compañero, ya también había venido de Cuba. Un día, hablando entre los dos, me dijo que se volvía a marchar para el extranjero[…]. Ya mi madre me había dicho que me casara y me quedara por aquí, pues en Nuez no había comercios y era un pueblo grande, pues sólo iba Mariano Ramajo de San Blas dos veces a la semana a matar carne. Hablamos entre Martín y yo lo que mi madre me había dicho y un día de enero marchamos ribera abajo y fuimos a ver cómo era Nuez.

La primera casa en Nuez

Como no conocíamos a nadie más que al tí Basilio, que iba a Vega a llevar calzado, a él nos dirijimos. Nos dio mucho ánimo, pero nos dijo que aquel pueblo se comía a todos los comerciantes que se ponían. Vimos la casa donde establecernos, que de momento valía, y acordamos poner allí el comercio. Como yo entendía o entiendo algo de carpintero, compramos madera e hicimos estanterías, lo necesario para acomodar la mercancía y en febrero del año 1933 abrimos la tienda. Yo contaba con unas 15 mil pesetas y Martín con unas 4 mil. No era mucho dinero, pero en aquellos tiempos sí era bastante para empezar. Como Martín no había hecho el servicio militar, me lo llevaron para Ceuta. Mientras la mili de Martín, me acompañó su padre, como también era tío mío, Antonio Rodríguez, que fue carabinero, al haberse casado con una tía hermana mía, hermana de mi padre, que se llamaba Catalina, que murió de parto. Comíamos desde el principio en casa del tí Gabino, que también había sido carabinero, pues tanto el señor Gabino como su señora, la señora Petra, eran buenos en toda la extensión de la palabra.

Al regresar de la mili Martín, compramos un caballo y un carro y uno nos dedicábamos a la venta de telas ambulante por los pueblos y el otro en casa, y como ambos éramos personas honradas las cosas marchaban bien. En este medio tiempo estalló la Guerra Civil, que empezaron a escasear los géneros, pues llegó el momento que no había qué vender, pues la guerra fue la que nos separó. Al hacer la separación, Martín se llevó en mercancía lo que le pertenecía. Como quiera que tenía una tía, la tí Dominga, que tuvo un hijo llamado Pablo, y al verse sola le dijo a Martín: -hazte cargo de mí y de mi capital-, y Martín así lo hizo.

La Fuente Grande (Nuez de Aliste)

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