Hasta los últimos años de la década de 1860, el azúcar dependió de la mano de obra esclava, bajo la permisividad del gobierno, que no hacía cumplir las leyes antiesclavistas. A partir de entonces, la escasez de esclavos hizo que se buscara otro tipo de mano de obra extranjera: los gallegos y andaluces, venidos directamente de España a Cuba; los canarios, que iban a las antiguas colonias británicas para trabajar durante un período de tiempo y quedaban libres después, y también los chinos.
En la década de 1880 la producción de azúcar cayó por una serie de circunstancias, entre otras la guerra de los Diez Años, (1868-78), con la destrucción de muchos molinos en Cienfuegos y Oriente. A partir de entonces volvió a recuperarse la producción debido a mejoras en el trabajo, la técnica y las circunstancias sociales y políticas en la producción.
En el período entre 1906 y 1920 se produjo un auge muy importante en el negocio del azúcar. En 1902 se había firmado un tratado de reciprocidad con Estados Unidos que concedía a Cuba un arancel preferencial del 20% sobre otros países, a cambio de unas bonificaciones del 25 al 40 por ciento que Cuba concedía a Estados Unidos. En los siguientes años, gracias a este tratado, Cuba barrió del mercado norteamericano todo el azúcar europeo o de cualquier otro país no favorecido. Posteriormente comenzó a buscar otros mercados, como Gran Bretaña.
El tratado con Estados Unidos tenía como consecuencia también un control sobre los precios del azúcar: Cuba tenía un mercado preferente, pero no precios preferentes para el azúcar.
Con la Primera Guerra Mundial los campos de remolacha europeos fueron destruidos. Los aliados empezaron a depender cada vez más del azúcar cubano y en los imperios centroeuropeos el azúcar escaseaba. De esta manera se inició la gran expansión de la caña de azúcar en las tierras vírgenes del Caribe. Se construían nuevos centrales rápidamente y se talaron los bosques del este de Cuba para plantar caña.
Se estableció un comité internacional (con dos miembros ingleses y dos norteamericanos) para supervisar los suministros de azúcar a los aliados. Se implantó un precio fijo en 1918 y el comité se dedicó a comprar toda la producción cubana a aquel precio. El gran problema era la mano de obra. Para atender la demanda, se hicieron esfuerzos para atraer la inmigración de campesinos españoles, que siguieron llegando en gran número a Cuba (unos 30.000 al año), aunque no fueron suficientes, porque en general no querían trabajar en el campo, sino ganar inmediatamente muy buenos sueldos en las ciudades. Otros orígenes de trabajadores fueron Haití, Jamaica y China.
En esta época, los colonos (propietarios de las plantaciones de caña) se hicieron casi tan ricos como los propietarios de los molinos y muchos de ellos se compraron mansiones hermosas en el barrio del Vedado de la Habana, que decoraron con elementos que imitaban el renacimiento italiano, el estilo Luis XVI o el gótico florentino.
En 1919 la demanda mundial de azúcar seguía siendo alta. Los productores de azúcar comenzaron a pedir el fin del control de los precios, lo que consiguieron en 1920. Ese fue el año grande en la historia del azúcar cubano. Los precios iniciaron una escalada imparable que terminaría en la crisis de 1921, con la quiebra de los bancos cubanos.
Referencias:
- http://www.ecured.cu/index.php/Central_Panam%C3%A1
- El mundo del azúcar. La crisis del azúcar en la década de 1880. El azúcar, 1906-1920. En: THOMAS, Hugh. Cuba. La lucha por la libertad. Primera edición. Barcelona: Debate, 2004. Traducción de Neri Daurella. ISBN 84-8306-600-9.
- Gallegos por esclavos. Documental RTVE. http://rtve.es/v/3316758


