Yo me casé a los 35 años y nunca Dios me pudo haber dado mejor compañera en todos los órdenes. Ya casados, el padre de Rosa no tardó en darnos los bienes. Esto fue en el año 1935, que fue cuando nos casamos. Sin posibilidades, empecé a construir la casa donde está el comercio; pagué las jornadas de los albañiles a 8 pesetas y a los peones a 5. Las piedras de las ventanas de cantería costaron a 15 duros y la entrada por donde se entraba primero, 125 pesetas.
No tardó Rosa en quedar embarazada y aún no se había acabado de hacer la casa y dio a luz en la casa donde estaba el comercio. Rosa estuvo en el paso del parto tres días y tres noches sin dar a luz; ya todo lo considerábamos perdido, tanto ella como los que la acompañábamos, que todos estábamos extenuados, hasta que una inyección vino a salvar todo y por fin el día 10 de febrero vino al mundo el que hoy se llama Jacinto Manuel Casas Rodríguez. Al año vino Basilio, después Brígida y por último Juanita, pues todos vinieron con toda felicidad. Aún no estaba la casa acabada de hacer, pero hice una habitación improvisada y bajamos para abajo; esto fue en febrero de 1936.
Con motivo de la guerra huyeron de Madrid, donde tenían un bar, María, que le llamábamos la madrileña y su esposo Salvador, éste andaluz. Y como no tenían recursos, a título de sobrinos del abuelo Basilio, estuvieron en casa más de un año, hasta que se marcharon para Trabazos y allí se dedicaron a vender hilos y quincalla que me compraban. Murió María y Salvador, al verse solo, también marchó para Córdoba[…].
La segunda casa en Nuez (a la izquierda), donde estuvo definitivamente el comercio
Debido a los tan fuertes partos que tuvo Rosa, tuvo un desbarajuste en sus órganos maternales y le venían hemorragias que eran un gran peligro para su vida. Consultado el caso con un Dr. de Zamora, dijo que tenía descenso de matriz y que tendría que ser operada y se sometió a la operación. Ya en el quirófano y con las manos en la masa, se presentó en el quirófano un cazador hablando de la caza que en un momento de distracción el operador le perforó la vejiga a Rosa, y aquí empezó el calvario que durante 5 años hubo que andar de hospital en hospital. Luego, el Dr. la volvió a operar para corregirle lo de la vejiga, pero no hubo éxito. Así las cosas, en casa, como no contenía la orina, usaba a diario una cantidad indeterminada de paños higiénicos y una lavandera, que en este caso era Agustina, la de María de Eusebio. Como había que buscarle solución a este mal, marchamos a Madrid, que en el tren nos acompañó sin saberlo Tomás Manzanas, de Trabazos, que hizo mucho por nosotros, que como militaba en Madrid lo sabía todo y nos llevó al Hospital San Carlos, pero allí no había camas y nos llevaron a una maternidad en la calle Mesón de Paredes y allí volvieron a operar, pero tampoco hubo éxito. Como puede pensarse, la casa quedó cerrada. Manolo en Zamora y los demás niños con las otras familias, menos Juanita, que por ser la más pequeña estaba en San Martín con María de Eusebio, que siempre fue una madraza para mis hijos.
En aquellos tiempos, la vida en Madrid era muy barata. Se podía comer por 20 pesetas en fondas corrientes, como en la que yo paraba. La cama valía 5 pesetas y por menos había. Como Rosa en la Maternidad de Mesón de Paredes estuvo una buena temporada, yo vine al pueblo y me encontré con la casa llena de agua. Vi a las hijas y no tardé en volver para Madrid. Como las pruebas que le hicieron a Rosa no dieron resultado, la llevaron a otra Maternidad que había en la calle Goya. Después de varios días allí, la operaron y como yo no sabía nada, andaba por allí Félix Méndez, de Nuez, y yo volví al pueblo el día antes de operarla y dejé encargado a Félix por si Rosa necesitaba algo. Como Félix estaba allí al operarla, resulta que necesitaban penicilina y no la había. Félix la buscó por todas las farmacias y no la encontró, hasta que le dijeron que en tal farmacia en Carabanchel podía haberla y mi Félix allí se desplazó y la adquirió. Dios lo bendiga, pues acciones como esta nunca se pagan. La operó el Dr. D. Manuel de Mendizábal y gracias a Dios tuvo éxito. Convaleciente de la operación, vinimos para casa y fuimos por San Martín para recoger a Juanita, que estaba con María, y allí dormimos.
Pasaron más de 10 años hasta que Rosa murió en Zamora casi sin saber de qué, el 27 de julio de 1959. Murió con sus hijos en la boca, pues su última palabra fue: MIS NIÑOS. Manolo en aquellos momentos estaba cumpliendo la mili en Montelarreina.

Rosa y Nicasio




